Sabía a ciencia cierta que aquel retrato no le pertenecia, pero sin embargo, también conocía su necesidad de portartlo. Continuó andando sin un rumbo fijo y poco abrigado para las temperaturas que en ese momento se estaban dando.
De repente un chico muy bien vestido y de corte físico portentoso, le detuvo:
-Creo que tienes algo que me pertenece.
-Yo creo que solo lo quieres para adornar las cuatro paredes en las que vives.
-¿Para qué iba a utilizarlo entonces?
-Para hablar con él, para acariciarlo, darle todos los caprichos que me pida y para que de luz a una vida prematuramente apagada.
El corpulento chico se abalanzó sobre él debido a la ira que le había ocasionado escuchar dichas palabras. Nunca jamás había oído semejante discurso para obtener la falsa posesión de aquel retrato.
Estaba dolorido, había perdido el retrato y además, lloraba de ira al saber que la única utilidad que iba a tener era meramente decorativa.
-''Es un taladro en el alma. La perfección va a ser inutilizada cuando yo ya tengo todos los métodos para darle su auténtica utilidad. Ahora está perdido...''
Pero él sabía que no iba a ser para siempre. Seguiría dejando su vida para portar aquella bella imagen aunque solo unos segundos más fueran. Sabía que él era el único que completaba lo casi perfecto.
-''El retrato tiene un defecto, pero la única virtud que he adquirido en esta vida, es la que complementa esa perfección casi fijada''.
Adquirió de repente, el don de saber dónde estaba aquel retrato en todo momento. Fijó su primera visita a los días siguientes. Quería conocer el estado de la imagen, y nadie se lo impediría...
Ni él mismo.